jueves, 11 de junio de 2009

CARTA DE UN NIÑO


No me des todo lo que te pido, a veces sólo pido para ver hasta cuánto puedo coger.

No me grites. Te respeto menos cuando lo haces; y me enseñas a gritar a mi también. Y yo no quiero hacerlo.

No me des órdenes siempre. Si en vez de órdenes, a veces me pidieras las cosas, yo lo haría más rápido y con más a gusto.

Cumple las promesas, buenas o malas. Si me prometes un premio dámelo, pero también si es un castigo.

No me compares con nadie, especialmente con mi hermano o mi hermana. Si tú me haces sentir mejor que los demás, alguien va a sufrir, y si me haces sentir peor que los demás, seré yo quien sufra.

No cambies de opinión a menudo sobre lo que debo hacer. Decide y mantén esa decisión.

Déjame valerme por mi mismo. Si tu lo haces por mi, yo nunca podré aprender.

No digas mentiras delante de mi, ni me pidas que lo haga por ti, aunque sea para sacarte de un apuro. Me haces sentir mal y perder la fe en lo que dices.

Cuando yo hago algo malo, no me exijas que te diga el por qué lo hice. A veces ni yo mismo lo sé.

Cuando estás equivocado en algo, admitelo y crecerá la opinión que yo tengo de tí, y así me enseñarás a admitir mis equivocaciones también.

No me digas que haga una cosa que tú no haces. Yo aprenderé lo que tú hagas, aunque no lo digas. Pero nunca haré lo que tú digas y no hagas.

Cuando te cuente un problema mío, no me digas "no tengo tiempo para bobadas", o "eso no tiene importancia". Trata de comprenderme y ayudarme.

Y quiereme y dímelo. A mí me gusta oírtelo decir aunque no lo veas necesario.

Creo que muchos de estos consejos, valen también para las relaciones entre adultos. Pero estamos muy ocupados mirandonos el ombligo y a nuestras propias vidas para mirar las de los demás. Miramos a los demás desde nuestras propias existencias y experiencias, sin pararnos a escuchar, ver o hablar desde el corazón.

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